Se han acabado las vacaciones, sí señor, ya estamos en septiembre…
Se han acabado los despertares tardíos y de remoloneo, las comidas a deshoras, los trasnoches, el no llevar reloj en la muñeca y el no pensar en otra cosa que no sea «…¿qué puedo hacer hoy para pasármelo mejor que ayer?…». ¡Hay que adaptarse a la rutina!
Se acabaron momentáneamente las 24 horas todos juntos, aunque eso sí, aún tenemos en mente las experiencias vividas estos pasados meses con las que todos hemos disfrutado al máximo, lo que nos hace sonreir inconscientemente. Aventurillas pasadas, miradas alucinadas y risas por doquier han hecho de este verano una época inolvidable que nos da la fuerza necesaria para «sobrevivir» el resto del año. Sin duda, ha merecido la pena.
Ahora, toca lidiar otra estación. Una estación llena de cambios y en la que cada uno debe tomarse su tiempo.
Mi lilliputiense pequeñita ha vuelto al cole. Un cole al que todos queremos y respetamos profundamente por las ya numerosas experiencias allí vividas y que serán contadas en otra ocasión. A pesar del llanto inicial, ella ya está tranquila y yo también. Su primera semana cuesta, claro, pero de momento va contenta. Se está acostumbrando bien. Los besitos que todos le damos han ayudado mucho y por supuesto, su seño, que la ha recibido con los brazos abiertos. Tanto que, al segundo día, ya prefería irse con ella. Prueba superada. Bien.
Mi «mayor» lilliputiense ha empezado un cole nuevo. Amigos nuevos, seños nuevas, entorno nuevo. Ha pasado de un cole pequeñito a un cole grande y de momento, parece que no gusta mucho :-(. Es normal. La famosa semana de adaptación de la que todos hablamos en estas fechas no le está sentando nada bien y es que creo yo que, en esta ocasión, sus expectativas (y las mías) no se van cubriendo. Y no por horario, sino por actividades. Esperaba cuentos, canciones, pintar y sus ya más que queridas fichas. Y de momento, no tiene más que un grupo de niños, tan asustados como él, que lloran y patalean todos los días. Y el mío que no es de mucho chillar, se aguanta con su «guardería temporal», los dibujitos que les ponen y el tobogán del recreo, y simplemente y poniéndose mu serio, le dice todas las mañanas a su papá…»no quiero ir al cole». Pasamos los días esperando el comienzo de las «clases de verdad cuando los niños estén adaptados» a ver si así la cosa mejora. Muy probablemente él lo hubiese llevado mejor si nos hubiésemos saltado esta semana de adaptación y hubiese ido directamente al comienzo de las «clases de verdad». Es normal. Prueba en fase de superación. Bien.
Yo me he incorporado a mi trabajo en Mildendo. Y con los tiempos que corren es más que motivo de felicidad suprema poder decir eso. Y también tengo que adaptarme. He cambiado las caritas de mis pelilocos por las de mis compañeros de trabajo :-(, y mis tareas exclusivamente domésticas han sido desplazadas por tareas profesionales. Tengo que adaptarme al horario, asumir el sentimiento de echar de menos y como no, adaptarme de nuevo al ritmo, a otros tipos de trasnoche, a la soledad a grandes ratos y el compartir los pocos momentos de los que ahora dispones con más gente. Vuelven las carreras y desaparece el tiempo personal. Vuelve mi cabeza a estar poblada con miles de temas que durante un mes (una auténtica eternidad) se habían ido también de vacaciones. Es normal. Y además he de incorporar la paciencia necesaria para ver como ellos superan sus propios miedos y también se adaptan. Es normal.
Ahora bien, mi cabeza vuelve llena de alegría. Llena de proyectos, llena de ilusiones y de ideas a la par que de temor por un futuro incierto que este próximo año se avecina y que a priori parece que no va ser fácil. Y que conste que esta alegría creo que no es más que un mecanismo de defensa que yo misma he generado para combatir la incertidumbre! Gracias a que, mi generador de alegría particular, aunque también inmerso en su propio período de adaptación, está ahí también, con más ilusión que yo en la cabeza y capaz de darle vida a una roca volcánica!. Prueba casi superada. Bien.
Poco a poco rehacemos nuestra rutina. Nos adaptamos a la rutina. Felices (a ratos) y satisfechos del merecido descanso. Ahora a seguir viviendo, a llevar como se puedan las dificultades y a disfrutar de nosotros al máximo. No solo los niños en período escolar tienen «fase de adaptación». Os aseguro que en muchas ocasiones a más de uno de nosotros nos vendría bien un poco de lloro y pataleo…a ver si alguien también nos da un abracito y nos dice… «no te preocupes, dame un besito y ponte contento ;-)». Y es que la fase de adaptación es dura para todos.
Ánimo a todos en la vuelta a la rutina! Mucho ánimo!!! Cómo dice una serie de la soy fan incondicional «Winter is coming…» . Pero no os abandonéis, el invierno está lleno de momentos soleados en los que tumbaremos las pancitas al sol y recargaremos pilas para los días de lluvia. Feliz vuelta al cole!