Continúo con algunos de los lugares que visitamos en nuestro viaje por Valonia (Bélgica) el pasado verano gracias a la Oficina de Turismo de Bélgica en España.
En esta ocasión, me gustaría contaros nuestra experiencia visitando la Abadía de Stavelot, en la provincia de Lieja. Stavelot está ubicado a unos 60 km de la ciudad de Lieja y cerca del circuito de Spa-Francorchamps. De hecho, el pueblo de Stavelot se originó precisamente por el crecimiento que se produjo alrededor de la Abadía fundada en el 650. Esta Abadía fue totalmente restaurada entre 1999 y 2002.
La Abadía dispone de diferentes espacios visitables, articulados en 3 plantas diferentes.
Una Planta baja en la que se encuentra: la zona de información turística y del lugar; el Museo del Principado; exposiciones temporales (nosotros pudimos disfrutar de la exposición de fotografía «Des Europeens» de Henri Carter-Bresson); un patio interior y la cafetería-restaurante con una terraza chulísima en la calle.
Luego, una planta sótano en la que se encuentra el Museo Automovilístico de Spa-Francorchamps y una planta primera en la que se sitúa el Museo de Guillaume Apollinaire.
La visita la puedes seguir a través de unas audio-guías que te dan en la entrada (con posibilidad de varios idiomas), aunque como ya os imaginaréis, nosotros con los dos lilliputienses pudimos seguirlas solo a trozos. En realidad, observamos que la Abadía hace las funciones de punto de encuentro cultural en la zona, ya que, además de los 3 museos que os he indicado, también se celebraban en ella numerosas exposiciones temporales, actividades culturales, conciertos, etc. Además, la Abadía posee la certificación de calidad turística valona de los 5 soles, la cual indica cuáles son aquellos recursos turísticos de mayor calidad de la región.
La visita con peques se hace bien en tanto y cuanto es un lugar accesible. Aunque en esta ocasión no llevábamos carrito de bebé (por suerte, cada vez lo llevamos menos), hubiésemos podido hacer el recorrido con él sin problema. Además se dispone de ascensor para poder acceder a las diferentes plantas del edificio. También existe una sala con cambiador en los aseos.
La visita a los Museos del Principado y de Guillaume Apollinaire, los hicimos un poquito más rápido de lo que nos hubiese gustado.Nos resultó un poco complicado hacerlo con los peques, especialmente el hecho de tener que buscar continuamente algo que les motivase y les llamase la atención. En las visitas para los grupos infantiles, según tengo entendido, utilizan unas dinámicas de juego que les hace más amena e interesante la visita a ambos museos. En nuestro caso, la gamificación la pusimos nosotros. El juego de ir descubriendo elementos que aparecen en un cuadro o en algún lugar de los objetos expuestos, es muy bueno. El museo del Principado lo recorrimos así. En él, se puede conocer la historia de la Abadía dividida en 8 períodos cronológicos. Aunque llevábamos las audioguías, como ya os he comentado, no nos fue posible poder escuchar en su totalidad la información incluida.
La exposición de fotografía de Henri Carter-Bresson sin embargo, la recorrimos muy bien. Prácticamente vimos todas las fotografías, jugando a ser el primero en descubrir donde estaba el hombre con bombín, los caballos, el caballero de enorme barba o las canoas hacia abajo (por ejemplo).
El Museo Automovilístico no necesitó “gamificación” infantil adicional. El descubrimiento de coches, motos y las bicis, nos tuvo encandilados a grandes y pequeños todo el recorrido. Además, el espacio abovedado de ladrillos y las impresionantes columnas, hacen que sea un lugar espectacular. A los peques también les resultó muy divertida una maqueta en la que se representa toda la zona, incluido el circuito de fórmula 1, interpretada con una serie de botones cuya presión iluminan la correspondiente área en la maqueta para conocer su ubicación. Pasamos un buen rato localizando cada zona en la maqueta.
Y el culmen fue… la sala con los juegos…Una salita muy pequeña con una colección de pantallas y playstations varias con sus mandos, listas para jugar…¡No había forma de salir de allí!.
El almuerzo lo realizamos en el restaurante de la Abadía, donde pudimos todos probar las famosas albóndigas de Lieja (boulets sauce lapin), plato típico de la zona. Buenísimas.
El restaurante me pareció muy tranquilo y adecuado para estar con los peques. De hecho, hicieron que todo el almuerzo resultase muy fácil. Por un lado, tienes la posibilidad de tronas para los más pequeños. Por otro, disponen de una serie de recursos que me parecieron geniales. En la parte interior del restaurante te encuentras con una zona con mesas y sillas pequeñas con material de dibujo (papel, lápices de colores y hasta una pizarra grande) para que los peques puedan sentarse y entretenerse un rato. En la parte exterior (la terraza) y muy cerca de las mesas y sillas, existe un ajedrez gigante, utilizable, con el que mis hijos se lo pasaron bomba todo el almuerzo. Y además de todo esto, destaco especialmente el detalle de los manteles diferentes para los peques y los adultos. El de los peques, si le dabas la vuelta, era un dibujo para colorear de Vicky el Vikingo.
En general, es un lugar tranquilo que visitar con pausa. Lo único a tener en cuenta es que para unos peques de edades como las mías, resulta larga la visita, especialmente por el tipo de recursos a visitar y debes andar siempre inventando como hacerles más ameno el recorrido. Si los véis cansados, os recomiendo que os dirijais al Museo Automovilístico, que les resulta más divertido. Y especialmente chulo para ellos el ajedrez gigante…merece la pena sentarse en el restaurante aunque sea solo a tomarse una cerveza, por dejarlos jugar un rato en el ajedrez.
Otro punto muy divertido que nosotros utilizamos para llamar la atención de los peques fue la historia de los «Blanc-Mossis». Estos «Blanc-Mossis» son unas figuras vestidas de blanco, capa incluida, con máscara y una nariz roja enorme. De hecho, mis lilliputienses enseguida los identificaron como «Pinocho».
Estas figuras te las encuentras por todas partes y representan figuras de carnaval. En el pasado de Stavelot, el carnaval se celebraba de manera conjunta por los monjes y habitantes del lugar. Sin embargo, en 1499, se les prohibió a los monjes participar en la fiesta. Los ciudadanos, no conformes con esta norma, se vistieron simulando a los monjes, con ropajes blancos y unas máscaras (Blanc-Moussis). Hoy día, el carnaval es una celebración muy importante y famosa en la ciudad, y estos monjes son especialmente famosos.
A mis peques, les encantaba verlos, y aunque intentamos explicarles que eran figuras de carnaval, a ellos les molaba bastante más pensar que se trataba de su querido Pinocho.
Así, la Abadía de Stavelot se trata de un curioso lugar que bien merece una visita. Por cierto…podéis encontrar a la Abadía en su página de Facebook y en Twitter (@Abbayestavelot).
Y os dejo por hoy!
¡Que tengáis una gran semana!
Aquí os dejo, los puntos clave del viaje a Valonia